jueves, 3 de mayo de 2007

Articulo de Diego Rodríguez Barbosa


A pesar de haber pasado tanto tiempo aún conserva la misma vigencia y frescura que cuando lo escribió, merece la pena leerlo seguro que aprendemos algo, es necesario recordar a Barbosa y a tantos que como él lucharon por el ideal anarquista con gran clarividencia y absoluta entrega y amor las ideas, toda esa experiencia y todo ese bagaje debe servirnos a todos nosotros para poder comprender mejor el presente y encarar el futuro con esperanza y determinación.


TIERRRA Y LIBERTAD 20/5/1932

DE LA GUERRA Y CONTRA LA GUERRA

Quien dijo que la guerra es el crimen colec­tivo, no hizo más que reflejar débilmente, pálidamente, en el lienzo biológico social, la triste, macabra, y monstruosa realidad, no hay artista por muy hábil y grandioso que Sea capaz de trazar el verdadero aspecto, el verdadero fondo de horror y de ignominia que representa la hecatombe guerrera, la matanza bestial y estúpida de los hombres, de los pueblos, lanzados unos sobre otros, diezmán­dose, aniquilándose en beneficio exclusivo de financieros, agiotistas y de más tiburones que tantos abundan en los mares del capita­lismo.

En los diccionarios más modernos no existe la palabra que pueda expresar, ni aproximadamen­te, lo que es en si, lo que en síntesis representa cualquiera de las guerras que la historia registra en sus anales, para baldón y vergüenza de una sociedad sedicente civilizada.

No existe la palabra, los académicos son aun unos mediocres faltos de alcance y de sentido moral para componer la palabra adecuada que sintetice todo el significado anacrónico de la guerra.

Hasta aquí no nos hemos querido referir más que a las guerras que aun no han pasado a la historia. Así, pues, si queremos referirnos a la guerra moderna, a la que acaba de iniciar­se entre los pueblos hermanos del extremo oriente: si queremos referirnos a esa monstruosa hecatombe que nos amenaza con sus gases asfixiantes: entonces no llegamos, ni se llegará en mucho tiempo, a expresar, ni aun si quiera débilmente, la horrenda regresión bestial e inhumana que representa. De ninguna manera.

Ante un peligro tal, ¿qué hacer? ¿qué me­didas adoptar para impedir esa nueva monstru­osidad ampliada y reformada por todas esas inteligencias mediocres, refinadas en el perfeccionamiento, destructor de vidas humanas, al servicio del capitalismo fascista en sus distintos coloridos, pero con un fondo moral único? ¿qué muro de contención oponer a esa marejada bélica, imponente? Yo creo que no se puede impedir ese flujo-reflujo de la marea del capitalismo empujada briosamente por las manos del capitalismo; yo entiendo que así como la última guerra no se pudo, impedir, así esta tampoco se impide, toda vez que ya ha comenzado. ¿Pero quiero decir con esto que debemos dejarnos arrastrar por ese sentimiento guerrero que hace factible el desbordamien­to bestial de los pueblos? no tal.

Quiero decir con ello que esa marea bélica al tropezar con la marea pacifista y antimi­litarista, en la bifurcación de las dos corrientes opuestas, es más poderosa y por lo tanto de momento vence, nos arrolla, pero que esto no obstante, no deberemos, no po­dremos ni querremos permanecer inactivos, indiferentes, ante tal monstruosidad, porque un deber de humanidad y de nuestros propios principios éticos, nos obliga a elaborar en sentido totalmente opuesto a la inclinación del militarismo hacia la hecatombe que nos amenaza, hay que hacerla así, lo hacemos ya así, desde el momento que nos sentimos anar­quistas, aun que no seamos más que ¨ cuatro ilusos repartidos por la faz del globo te­rráqueo.

Tenemos la convicción de que nuestra labor dará el mismo resultado que dio la labor de todos los hombres, de todas las minorías, que en todas las épocas de la historia, se agitaron, por una verdad que. Al fin y al cabo triunfaron. Así nosotros triunfaremos contra todos los prejuicios, contra todos los obstáculos que se oponen, con una tenacidad estúpida al libre desenvolvimiento del hombre y de la co­lectividad.

Contra el militarismo, contra el capitalismo y contra el estatismo, causa fundamentales de la guerra en todo momento y lugar.
Guerra a la guerra agitación a la agitación: Que si bien no nos es posible im­pedir el chispazo y los primeros encuentros, podremos hacer que los pueblos reaccionen a tiempo y así como de la otra conflagración surgieron algunos regimenes nuevos, particu­larmente en Rusia, así de esta podrá salir la revolución social que dé a luz un estado de cosas que haga imposibles las guerras y demás calamidades sociales.

Diego Rodríguez Barbosa