domingo, 2 de septiembre de 2007

¿Terrorismo? No, Acción Directa



Nadie debe tener dudas sobre la posición de la CNT y del movimiento libertario que se agrupa en torno a esas siglas. Estamos total y absolutamente contra el terrorismo. Contra el terrorismo patriótico, contra el terrorismo socio-religioso que ahora abandera Al Quaida y antes la Iglesia católica con sus cruzadas, contra el terrorismo de la maquinaria estatal, contra el terrorismo patronal del que tantos ejemplos históricos conocemos y que tanto ha sufrido la CNT, contra el terrorismo de supuestas células o grupos anarquistas, casi siempre voluntades juveniles manejadas desde el fondo de reptiles por los gambines de turno. Contra todo tipo de terrorismo. Como siempre.
Lo que no vamos a aceptar es que se llame terrorismo a nuestro modo tradicional de actuación: la acción directa. No vamos a aceptar que se llame terrorismo al derecho obrero a oponerse con firmeza y contundencia a las liviandades y abusos de la patronal. No vamos a renunciar a nuestro derecho a denunciar las tropelías de las leyes y normas gubernamentales que han convertido a millones de jóvenes en carne barata de trabajo a la que se contrata por dos, tres o quince días a través de una ETT y se les mantiene en permanente precariedad laboral. A oponernos con vigor a empresarios que amenazan continuamente con cerrar las fábricas, trasladarlas de lugar y echar al trabajador díscolo o inconformista. A combatir a patronos que obligan a meter más y más horas extraordinarias, que encima ni siquiera pagan. A denunciar la permanente traición de los sindicatos oficiales que, al fin y al cabo, son los responsables de la penosa situación laboral de tantos cientos de miles de trabajadores y que sólo se ocupan de mantener los privilegios de determinadas capas laborales, mientras callan cobardemente ante la situación de multitudes de currantes (con nombres y apellidos) hundidos en ese mundo de las subcontratas, de la clandestinidad laboral y de los sin-papeles, camino de la desesperación económica y sicológica. No vamos a aceptar que se llame terrorismo al modo de actuar y de organizarse de la CNT: no querer recibir subvenciones de Estados ni gobiernos, no querer comités de empresa, no tener sindicalistas profesionales, no aceptar la mediación de entes oficiales en la relación patrón-obrero-sindicato, luchar frontalmente en defensa del obrero sin bajar la cabeza ante los jefes sindicales, políticos o empresariales.
No vamos a aceptar que se llame terrorismo a nuestro deseo de que el obrero sea cada vez más consciente, más autónomo, más libre, más opuesto a dejarse conducir por sindicalistas profesionales y políticos. A nuestro deseo y objetivo de que todo lo que al obrero concierne lo decida el obrero, no el sindicalista, no el patrón, no el político, no el líder. O sea, no vamos a renunciar a la autonomía obrera y a la filosofía y ética anarquistas que la sustentan.
Oponerse con contundencia a la liquidación de los astilleros del sur, oponerse con vigor a que unas multinacionales siembren el paro en Cataluña, oponerse a que la precariedad laboral se convierta en eje de las relaciones laborales, oponerse a que un joven de ventipocos años haya pasado, a su pesar, por treinta empresas y no haya conseguido trabajar dos meses seguidos, oponerse a que miles de emigrantes no puedan ni aparecer por el entierro de un familiar ante el temor de que los deporten. Oponerse a eso con toda contundencia no es terrorismo. Es justicia social, y la acción directa el mejor modo de implantarla. Terrorismo no. Denuncia social, lucha obrera vigorosa, dignidad, toda la del mundo.
Pero lamentablemente desde hace tiempo la palabra terrorismo vale para todo, como comodín en juego de naipes. Es inadmisible que periodistas a sueldo de unos o de otros, que políticos de dos al cuarto, que profesionales del sindicalismo y que esquiroles contumaces y refractarios a la solidaridad se hayan apoderado de la palabra terrorismo y la utilicen para referirse a quien en el trascurso de una huelga cruza un coche en una carretera, quema un neumático, rompe un cristal de una fábrica, llama carroñero a un patrón, insulta a un concejal o una alcaldesa, se enfrenta a un policía que quiere disolver una manifestación a porrazos, pega carteles inconvenientes o irrespetuosos, denuncia las componendas de sindicalistas y patronos, rechaza las mediaciones oficiales, se muestra reacio a creer las verdades de un patrón, hace una pintada, no simpatiza con el trabajo de los rompehuelgas, pone silicona en una cerradura, se manifiesta ante el domicilio de un explotador, explica las verdades del barquero a un esquirol o se junta sin pedir permiso con otros oprimidos para mejor enfrentarse a los poderosos, a los desalmados y a sus alimañeros.
Estamos hablando de defensa obrera, no de bailes de salón, no de terrorismo. Nunca con el terrorismo. Siempre con la acción directa. Que no confundan los términos. Nosotros no los confundimos