domingo, 21 de junio de 2009

Extranjeros de la CNT-FAI



Por unos breves meses en la historia, en el año 1936, el experimento anarquista floreció en Cataluña. Se trataba de un tipo completamente diferente de revolución, ya que surgió del esfuerzo, del pueblo y del trabajo duro.

Ethel MacDonald nació en Bellshill, cerca de Glasgow, en 1910. De espíritu libre, e hija de una familia de clase trabajadora. Era una mujer extraordinaria, atrapada en tiempos extraordinarios, en donde en una lejana parte de Europa, la revolución avanzaba rápido.


En aquellos años, Escocia estaba en las garras de la Gran Depresión. Los puestos de trabajo eran escasos y los pocos que estaban disponibles, estaban pagados con una miseria. Cada vez más desilusionada con su trabajo y las perspectivas de su vida, Ethel se encaminó a un centro de asesoramiento en Glasgow, dirigido éste por un conocido activista político, Guy Aldred. Pronto fue evidente que Guy y Ethel eran almas gemelas.

Aldred, un hombre muy influyente, fue editor del periódico anarquista, "Libertad". Nace en Londres, el 5 de noviembre de 1886, y es aquí donde se destaca como un gran orador veinteañero en la turbulenta política de la capital inglesa de 1910. Conocido como "Knickerbocker el rebelde", el hombre al que todos temen, dió apasionados discursos en Glasgow Green, en los tribunales de derecho y en cada esquina , en la defensa de los derechos de los trabajadores.

Por esos años, Mussolini se había convertido en el primer dictador totalitario y Hitler se había proclamado canciller de Alemania. En Gran Bretaña, Oswald Mosley organiza la Unión Británica de Fascistas. Para los demócratas y los radicales por igual, el fantasma del fascismo es aterrador.

La España católica había sido dominada durante años por las dictaduras y por las monarquías. En 1931 la monarquía había sido derrocada proclamándose la República. Oviedo, capital de la provincia minera de Asturias, va a ser el escenario crucial del próximo evento que estaba a punto de tener lugar: los mineros lucharan contra las fuerzas gubernamentales por el control de la ciudad.

Las noticias desde Oviedo corren como regueros de pólvora y llegan al conocimiento de los pensadores y activistas radicales, como Ethel MacDonald, ahora con 29 años y con ocho de ellos dedicados al activismo anarquista, que rápidamente entiende la importancia de lo que estaba sucediendo en España.

En el norte de España, los mineros que se han unido en una alianza de trabajadores - socialistas, anarquistas y comunistas - entienden que hay que poner fin al sistema de explotación existente. En octubre de 1934, se hace un llamamiento a la huelga general. Los obreros acudieron en miles, y atacaron a las abrumadas fuerzas del Gobierno español. El pabellón revolucionario ondeó sobre Oviedo y la ciudad se convirtió en una comuna.

La extrema derecha, leales a la Corona de España, y los católicos conservadores se dieron cuenta de que el foco revolucionario asturiano podría provocar y generalizar la rebelión. No dudaron en emplear brutalmente la represión. La huelga de mineros, fue aplastada, pero la llama de la revolución se había encendido.

La República española se vió atrapada entre dos fuerzas opuestas. El ejército y los monárquicos estaban perdiendo la paciencia, mientras que socialistas y anarquistas van ganando confianza. Entre el 18 y 20 de julio de 1936 el ejército español se levanta en armas contra el gobierno republicano. Los Generales, incluidos los destinados en el norte de Africa, golpean de forma simultánea en todos los principales centros neurálgicos.

Al sur, Sevilla y Granada caen. Ciudades como Oviedo se defienden, pero son derrotadas. Sin embargo, en Barcelona y Madrid, los generales rebeldes son rechazados. Hitler y Mussolini apoyan a los fascistas con ayuda militar. Cobardemente, Gran Bretaña y Francia adoptan una política de no intervención.

España está ahora dividida. Alrededor de la mitad del país está bajo el control de los militares, el resto es leal a la República. Las masas obreras de Barcelona con la CNT-FAI a la cabeza, se lanzan a las calles y alzan barricadas, a sabiendas de que tendrán que defender la ciudad.

Pensadores y activistas radicales de todo el mundo, pasan a la acción. España es el escenario para el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. Para Ethel esto significaba que ella podría ejecutar lo que hacía a nivel local: escribir, editar y distribuir boletines con llamadas a la acción.

Activistas de toda Europa organizaron mitines en las calles para informar a los ciudadanos de los acontecimientos en España. En casi todas las ciudades principales europeas, se instalan puestos de venta y se disponen carteles en los centros comerciales, se recauda dinero, la gente firman peticiones, y, en algunos casos, se abren oficinas de alistamiento de voluntarios para luchar contra el fascismo en España.

Andre Prudhommeaux, líder anarquista francés, escribió a Guy Aldred que estaba en Barcelona. Solicitaba un periodista inglés, con habilidad para el uso de la palabra, para informar al mundo de la Revolución que se vivía en esos momentos en Cataluña. Con sus habilidades en la escritura y en la propaganda, Ethel era la elección obvia.

Los anarquistas de Glasgow lograron recaudar fondos suficientes para obtener que Ethel y su compañero, Patrick Jenny, viajasen hasta París. Ethel recuerda "La generosidad de cientos de simpatizantes, desde París hasta Perpignan. Desde allí caminamos, y casi muertos de hambre y por nuestros medios, hasta Barcelona".

Los fascistas aún no habían llegado a Barcelona, que se mantuvo extraordinaria durante diez meses. Entre 1936 y 1937, esta región de Cataluña se convirtió en el centro de una de las más radicales revoluciones en la historia del mundo.

Unos tres millones de hombres, mujeres y niños habían participado. En los campos, alrededor de la ciudad, los campesinos formaron comunas en las tierras confiscadas a la antigua élite gobernante. Los obreros se hicieron cargo de las fábricas y se constituyeron en Comités Civiles de Autodefensa. En Cataluña, las tres cuartas partes de la economía se mantuvo bajo el control de la CNT-FAI.

Hoteles, tiendas, peluquerías y restaurantes fueron colectivizados y gestionados por los trabajadores, haciéndolos incluso más eficientes. La teoría de " Cada cual según su capacidad, a cada uno según sus necesidades" se puso en práctica. En algunos municipios, el dinero fue totalmente eliminado y reemplazado por sistemas de trueque y de vales. Se experimentaba con cada una de las diversas facetas de la vida.

Ethel escribió acerca de todo. El progreso de la primera línea, las tensiones entre las facciones, la labor realizada en las aldeas y fábricas colectivizadas. Vivir en una ciudad al límite del frente de guerra, a la espera de ser atacada en cualquier momento, le ofreció una rica fuente de material.

Las habilidades periodísticas y de propaganda de Ethel, pronto se hicieron notar, siendo reconocida como la voz de la estación de radio de la Barcelona libertaria. La radio era el nuevo y convincente medio de lucha y se convirtió rápidamente en un arma importante para la lucha ideológica en España.

En todo el mundo, la radio trajo las noticias de la vida y de los trascendentales acontecimientos que ocurrían en España. Emisiones, que llegaban a lugares tan distantes entre sí como los EE.UU..

Dado que la insurrección fascista adquiria fuerza, empezaron a aumentar las tensiones entre los defensores de la República.

Ethel en emisiones apasionadas, llamaba a la acción a los milicianos y mostraba su desprecio a los Gobiernos británico y francés, acusándolos de ayudar a los fascistas de Portugal, Italia y Alemania, con su falta de políticas intervencionistas.

La relativa paz que la Generalitat de Catalunya experimentó, gracias a la Revolución y que Ethel había encontrado tan fascinante, está a punto de ver su final. El ataque, en mayo de 1937, sobre la fortaleza anarquista, la central telefónica, no vino de los fascistas, sino de las facciones comunistas.

En medio de los combates callejeros, Ethel logra un último envío desde Barcelona. Ella se lo manda a Aldred, que lo publica en el Boletín de Barcelona el 15 de mayo.

Durante cuatro días, después de la lucha contra los revolucionarios de la CNT, FAI y compañeros del POUM, los más radicales, los más decididos combatientes contra el fascismo fueron arrestados por sus antiguos aliados y compañeros de trabajo, siendo encarcelados, torturados y, en algunos casos asesinados.

Ethel fue detenida y, después de varios días en la cárcel, fue acusada formalmente de tres cargos:

1. Encontrarse en posesión de divisas extranjeras.
2. Ser una fascista, porque los archivos encontrados en su poder, supuestamente, habían pertenecido a un fascista.
3. Asociación ilícita con los presos y conspirar con ellos en una lengua extranjera.

Ahora que había sido acusada formalmente, Fenner Brockway, un importante miembro del Partido Laborista británico, logra que los cargos en su contra se levanten.

Ethel no abandona el país inmediatamente después de su liberación. Siente que aún le queda trabajo por hacer en Barcelona, ayudando a compañeros anarquistas a escapar. La reportera que luchó a favor de la República se encuentra ahora luchando en contra de la opresión de la misma.

En febrero de 1939, Gran Bretaña y Francia reconocen el régimen fascista de Franco, incluso antes de la victoria final. En marzo, Hitler y Mussolini disponen las bases de su infame pacto de acero. El 1 de abril los rebeldes proclaman su victoria.

Ethel finalmente huye de España después de que Gran Bretaña logra concertar una zona neutral al sur del puerto de Barcelona, embarcándose en una gira. Los franceses, rodeados por los estados fascistas, estaban deseosos de escuchar lo que la periodista anarquista tenía que decir.