domingo, 16 de mayo de 2010

Abolición del capitalismo

El corto plazo es necesario para vivir, sin por ello caer en el reformismo y recordando siempre el objetivo final y el análisis de fondo. La economía no es una ciencia sino una técnica. Uno se puede perder en las múltiples formas del capitalismo, en análisis coyunturales y parciales, y olvidar el análisis estructural, crítica de fondo y global.

Así, podemos perdernos en el análisis coyuntural de las múltiples formas del capitalismo financiero, en el que la especulación trae consigo una pérdida del vínculo entre capital financiero y capital productivo. El capital financiero engorda por un beneficio máximo a corto plazo, arruinando al capital productivo. Es la burbuja financiera que estalla. Es la crisis coyuntural.

No obstante, las formas del capital son complementarias y antagonistas a la vez en su propio interés. El capital financiero invierte en el capital productivo, que produce objetos o servicios que el capital comercial vende. Pero cada capital quiere el máximo beneficio en detrimento del otro. Situación paradójica en la que uno necesita del otro y lo arruina.

Pero en el fondo, no hay que elegir entre una forma u otra. El capitalismo es el mismo sistema cualquiera que sea su forma, liberal o socialdemócrata; productivo, comercial o financiero; privado, estatal o autogestionado "en un banco del pueblo".

Es la propia existencia de la plusvalía la que está en el origen de la crisis. Debido al beneficio, el precio de venta es superior a los salarios, que no pueden comprar toda la producción; de ahí la superproducción, el paro y la crisis. Al no poder venderse toda la producción debido al beneficio, el beneficio disminuye, consecuencia y no causa de la crisis, como pretende Marx. Paradoja perversa de la plusvalía, la penuria se instaura en fase de superproducción, el beneficio mata al beneficio y la competencia mata a la competencia donde el grande se come al pequeño, aumentando la productividad, que aumenta el paro y baja los salarios, lo que hace descender el consumo, para conquistar los mercados. En el fondo es la cuestión de la plusvalía, que se opone a la distribución de las riquezas.

Para salir de la crisis, el capital no puede funcionar más que en expansión al infinito con sus estragos en el medio ambiente. El capital financiero debe invertir en un nuevo mercado, mercancía real o virtual, creador de empleo. La plusvalía se transforma en valor añadido salario, lo que relanza la economía, libre de producir lo inútil e incluso lo perjudicial. Pero es para una mayor plusvalía, una nueva crisis, un nuevo mercado y así sin parar.

El único objetivo del capital es el capital en sí mismo, incrementándose sin cesar por la plusvalía. Las actividades son pervertidas, concebidas para el beneficio y no para responder a las necesidades.

La plusvalía es un fenómeno perverso. Es un robo del trabajo del otro legalizado por las leyes burguesas. La avidez narcisista que siempre quiere más explotando al otro, que sería manipulable y sin existencia propia reconocida, no sin la crueldad sádica de crear la miseria. Los que mueren de hambre son los sacrificios humanos de una sociedad bárbara ante el ara del capital.

Otra paradoja perversa de la crisis, el deseo imaginario es solicitado para consumir cada vez más mientras que la necesidad real, esencial, no es satisfecha a falta de medios financieros. Esto reenvía al estadio originario de la psique en la que hay disociación entre lo imaginario y lo real, entre psique y cuerpo, fuente de odio psicótico. Podemos notar que el Estado y la religión, por su trascendencia y su idea del ser desgajado del yo real, mantienen esa dualidad entre el espíritu y el cuerpo en una pérdida de la unidad de la persona.

A esto se añade la crítica del dinero, pura abstracción desgajada de lo real, símbolo esquizofrénico, que no funda ninguna identidad. Pero eso exigiría otro desarrollo y un análisis particular.

La ideología capitalista sólo concibe la sociedad como un mercado, el intercambio como una relación mercantil, y la existencia como estatuto de la mercancía con su precio como pseudo-individualización. Destruye el apoyo mutuo, en el que el individuo y lo social son complementarios, y la trama sociocultural, que participa del sentimiento de identidad en la evolución de los procesos psíquicos del ser humano.

La crisis viene a revelar esta ruptura entre lo imaginario y lo real con su odio psicótico y esa pérdida de identidad que dan fundamento al fascismo y su delirio "de identidad pura" que, en la forma paranoica del Estado y de la religión, impone un orden social uniformizado y totalitario al servicio del capital en crisis en un odio del otro al que hay que exterminar.

Como consecuencia de la plusvalía y del dinero, el capitalismo no representa a la economía real. Hay que redefinir la economía para responder a las necesidades reales de la gente por medio del reparto del trabajo y de las riquezas. Eso es el socialismo libertario y la autogestión de los trabajadores y los usuarios de los medios de producción y de distribución, del trabajo libre solo o asociado, en el marco político de la comuna libre, autónoma y federada, basada en la democracia directa de base.


Jean Monjot (Le Monde libertaire)

Extraído de:Tierra y Libertad