jueves, 2 de septiembre de 2010

Curiosidades


Los banderilleros Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas, han pasado a la historia como los dos banderilleros que fusilaron junto al poeta García Lorca, pero a ellos no los mataron por ser banderilleros, sino por ser anarquistas. Tristes protagonistas de un crimen que conmocionó a la opinión pública internacional y se convirtió en símbolo de la represión franquista durante la Guerra Civil española.

Eran de los llamados hombres de acción de la CNT-FAI, defensores de los derechos de los trabajadores frente a una patronal caciquil, despótica y prepotente, acostumbrada a reprimir cualquier reivindicación laboral y que no dudó en financiar la sublevación militar. Precisamente Galadí y Cabezas organizaron la resistencia popular contra los militares golpistas en el Albaicín, que apenas duró dos días porque estaban mal armados.

Los dos anarquistas burlaron el cerco del Albaicín, pero Francisco Galadí quiso despedirse de su hijo de diez años, antes de poder pasar a la zona antifascista para seguir combatiendo. Aquel encuentro se convirtió en una trampa. Un chivatazo permitió a los falangistas detenerlo, junto a su compañero inseparable Juan Arcollas Cabezas. Fueron azotados y golpeados en el centro de Granada, para escarmiento público, y llevados a Víznar para fusilarlos. El comandante Valdés, máximo responsable de la represión, les tenía especial odio por la rebeldía que siempre habían mostrado. Después de cometer el crimen, los falangistas registraron sus domicilios y quemaron la mayor parte de los documentos y recuerdos familiares. Apenas quedan un cartel taurino en el que son anunciados como banderilleros y unas fotos con capote y traje de luces.

Conocidos por sus ideas libertarias y por su pasión en el ruedo, hubieran llegado a lo máximo en su profesión, de no haber elegido el defender a los oprimidos y a sus ideas libertarias. Eran dos banderilleros ácratas en un mundo taurino de señoritos, ultraconservador y de derechas, por eso no triunfaron en el ruedo e intentaron borrar su memoria. Eran tan populares que hasta el enterrador Manuel Castilla, alias, 'Manolillo, el comunista, reconoció sus cadáveres cuando fué a enterrarlos en la fosa de Alfácar.