jueves, 27 de octubre de 2011

La "Primavera árabe"


En nuestra anterior reflexión acerca de la actual crisis que padece Occidente, nos acercábamos al tema de lo que viene llamándose, desde hace unos meses por todos los medios de comunicación y analistas políticos, como “La Primavera Árabe”. Es con esta errónea denominación, como nos están bombardeando en los referidos medios sobre las revueltas que se están dando en los países del norte de África, fundamentalmente, y en alguno del Mediterráneo Oriental. Este referido error parte de una confusión añeja en el mundo occidental, en el que se confunden los términos árabe, musulmán e islámico entre si. Es inútil aclarar una vez tras otra, que no todos los musulmanes son árabes, ni todos lo árabes musulmanes (aunque sí casi todos) y que islámico es un adjetivo referente a una religión y no a una ciudadanía, nacionalidad, raza o a cualquier otra consideración ajena a la religiosa.

En fin, se cansa uno de ello y no sirve para nada. Más inútil aun es señalar las profundas diferencias que existen en el mundo islámico entre los distintos países y pueblos que lo conforman. Basta con que hagamos una mínima reflexión y constatemos que dentro de un espacio geográfico que va desde el Índico al Atlántico y desde las estepas asiáticas al África Negra, las diferencias entre los pueblos que lo conforman deben de ser muy considerables. Eso sí, como nexo de unión o punto de confluencia común entre ellos hemos de señalar el Islam con su mensaje uniformizador y alienante que le es característico.

Pero a lo que íbamos, a la Primavera Árabe, que no es árabe ni es primavera.

Decíamos en nuestra anterior reflexión que deberíamos interpretar esta “primavera” como un intento de Occidente de establecer un nuevo orden en un territorio que controla desde hace tiempo. Decíamos también, que de la misma manera que la Socialdemocracia no le vale en los nuevos tiempos que se avecinan al considerar el autentico poder que ya cumplió su misión histórica de vencer al comunismo y que ahora se impone una nueva forma de dominación económicasocial para Occidente, para el espacio antes señalado, el mundo islámico del Norte de África, desea imponer un nuevo orden político.

Los distintos dictadores que tan bien hicieron su trabajo en Libia, Argelia, Túnez, Egipto, etc, ahora no les sirven al poderoso Occidente, entre otras cosas por que no han podido llevar a cabo una política exitosa de cara a dos temas fundamentales que tanto preocupa a Occidente;

-La inmigración ilegal, que de manera constante llega a sus costas por su frontera sur (el Mediterráneo) y

-El éxito cada vez mayor entre la ciudadanía de estos países de las ideas islamistas más radicales como respuesta a la corrupción y miseria en la que viven.

De lo que se trataría ahora, según deseos de Occidente, sería de exportar el modelo de democracia parlamentaria a estos países de cultura islámica.

A nuestro juicio esto será un error. La idea un hombre un voto, la idea de igualdad de derechos y deberes, aun siendo en Occidente en la practica una falacia, sirve al menos en lo teórico para establecer un sistema basado en unas libertades mínimas que todos los ciudadanos deben gozar.

Este principio nacido en Europa en la Revolución Francesa y antes en América durante la Independencia de los EE.UU, es sencillamente inconcebible en el mundo islámico. Nos ha costado a nosotros, a Occidente, más de 250 años el aceptarlo como un principio incuestionable en cualquier sociedad que se diga mínimamente democrática.

Ideas como la igualdad ante la Ley, igualdad hombre mujer, igualdad en derechos, los mismos Derechos Humanos, entre otras que actualmente son el norte en nuestras civilización, nos ha costado dos siglos y medio de aprendizaje y, sobre todo, de lucha de la ciudadanía por su logro.

Por contra, para el mundo islámico estos principios no solamente son desconocidos, si no que, aun más, son inaceptables. El Islam está basado en la desigualdad; la desigualdad en función del sexo, de la riqueza, del origen, de la religión...y basar una sociedad en la igualdad es cuando menos una ofensa a su religión.

Nuestra herencia cultural basada en la antigüedad grecolatina, es decir en el Helenismo, que es el fiel que señala un delicado e inestable equilibrio entre el individuo y la sociedad (equilibrio al que nunca llegamos pero que nos sirve de norte a la hora de configurar nuestro modelo de vida) es inaceptable en el mundo islámico. Fundamentalmente por que la islamización de esta extensa zona del planeta significó la erradicación de esa herencia helenística a la que hacemos referencia y que busca un equilibrio entre derechos y deberes, sociedad e individuo.

Se suele decir que un pesimista es un optimista bien informado. Mucho nos tememos que este sea nuestro caso. Un sistema basado en los principios occidentales para el mundo islámico es una vana ilusión de Occidente que cree que puede exportar su modelo políticosocial sin tener en cuanta las distintas referencias culturales,religiosas y sociales de los pueblos. Esta vez no valdrá el “café para todos”. Trasplantar el sistema político que impera en Occidente al mundo islámico pasa por una occidentalización del mismo y esta occidentalización, indefectiblemente pasa por una desislamización de este.

El experimento de la “Primavera Árabe” como convienen en llamarla, está condenado irremediablemente al fracaso. Mucho nos tememos que este fracaso les lleve en un futuro no demasiado lejano al más radical islamismo.

Quizás sea peor el remedio que la enfermedad.


El Miliciano, CNT-AIT