sábado, 23 de junio de 2012

El hermano antinazi de Göring


Resulta comprensible que en septiembre de 1945 los interrogadores norteamericanos llenaran su informe con sarcásticos comentarios y anotaran: “es uno de los intentos más banales por salvar el honor y lavarse la manos que haya oído hasta ahora el SAIC (Seventh Army Interrogation Center). El descaro de Albert Göring es solo comparable con la masa corporal de su obeso hermano”. El detenido no solo negaba que hubiera participado en crímenes de guerra, sino que trataba de demostrar con una lista con 34 nombres que ayudó y salvó la vida a judíos y perseguidos políticos.
Todavía hoy, el peso terrible del apellido Göring sigue marcando la memoria del llamado ‘hermano bueno’ del mariscal del Reich, jefe de la fuerza aérea, devoto partidario del genocidio judío y uno de los máximos jerarcas nazis. Pese a lo fantástico y meritorio de su historia, su referencia en Wickipedia resulta reveladora. Poco más de tres folios y tres referencias bibliográficas entre las que destaca el libro ‘Treinta y cuatro’ de William Hastings Burke. El autor: un graduado de Económicas que, atraído por lo desconocido y increíble de la historia, se trasladó a Alemania –tuvo que vivir gracias a trabajos ocasionales, entre ellos en un pub-- para investigar sobre el terreno y buscar a gente que hubiera salvado la vida gracias a Albert Göring o testimonios que lo acreditaran. Su trabajo a lo largo de tres años, además del libro, dio lugar a un documental que trata de dar mayor visibilidad y hacer justicia a su biografiado. Según Hastings Burke, gran parte del desconocimiento existente se debió a que el propio Albert no quiso que se publicara nada al respecto.
Sí era conocido que los hermanos Göring disfrutaron de una infancia privilegiada en el seno de una aristocrática familia que tenía entre sus residencias el impresionante castillo medieval de Mauterndorf, en las montañas austriacas. Desde niños, los dos hermanos fueron muy diferentes en todo. Herman tenía los ojos azules y era más bien bajito y regordete. Albert, por el contrario, de ojos marrones, era moreno y estilizado. También contrastaban sus personalidades: extrovertida y volcánica la del futuro jerarca nazi frente a la reflexiva y rebelde de su hermano menor. Tanta diferencia desató los rumores en torno a una infidelidad de su madre, Franzisca ‘Fanny’ Tiefenbrunn. Sus trayectorias posteriores confirmaron las divergencias Herman se convirtió en un as de la aviación en la Primera Guerra Mundial y se incorporó desde sus orígenes al nacionalsocialismo, mientras Albert se licenció en ingeniería y puso tierra por medio con el nazismo, al que detestaba, trasladándose a Austria, donde se acredito como un ‘bon vivant’ cultivado y elegante. Pese a esta disparidad de caracteres y las fuertes diferencias ideológicas, los acontecimientos posteriores constataron el estrecho vínculo fraterno.
En la Austria ocupada, Albert se valió de su apellido para ayudar a escapar a muchos judíos, a veces incluso firmando los pasaportes con su puño y letra. Entre los beneficiados, figuraron el compositor Franz Lehan y el presidente de la industria del cine austriaca, Oskar Pilzer. Más tarde como director de exportación de armas de la fábrica checa Skoda, facilitó importante información a la resistencia y salvó a muchos empleados, entre ellos el director Jan Mora y su familia. La firma de Alberto Göring, a veces simplemente con el apellido, hacía temblar a los funcionarios y militares nazis que no dudaban en acatar las órdenes.
La Gestapo no tardó en descubrir sus actividades y hasta en tres ocasiones informó a Berlín. En 1944 el general de la policía de Praga, Karl Hermann Frank le calificó de “derrotista de la peor calaña” y pedía su detención “por sospecha basa en graves indicios”. Herman Göring intervino siempre para frenar toda acción contra su hermano, pese a que le constaban sus acciones en defensa de los judíos. Incluso le advirtió que su capacidad de protección se reducía ante el signo adverso de la guerra.
La última vez que se vieron ambos hermanos fue en una prisión de guerra, en donde Albert se encontraba fundamentalmente a causa de su apellido. Tras la condena a la horca y suicidio de Herman con una cápsula de cianuro, el ‘salvador de judíos’ se pasó dos años en prisión, incapaz de convencer a los aliados de la veracidad de ‘su lista’. Se conocía ya al detalle la barbarie de los campos de concentración y el activo papel de su hermano en los bombardeos aéreos sobre la población civil. Finalmente, las declaraciones de trabajadores checos de Skoda y el hecho fortuito de que uno los interrogadores norteamericanos tuviese un familiar que pudo viajar a EE UU gracias a sus gestiones, lograron su liberación.
El apellido que le había servido para salvar vidas se convirtió en una carga insuperable. Amargado, alcohólico y repudiado por su mujer ante sus constantes infidelidades, Albert encontró cobijo en la casa de su ama de llaves, con la que su casó poco antes de morir para que como viuda tuviera derecho a la pequeña pensión que recibía.
Enterrado en Munich, al cabo de unos años su tumba fue desalojada por la falta de pago y sus restos desaparecieron. Ninguna placa, ni signo que recordara su memoria. El Museo del Holocausto Yad Vashem todavía no se ha pronunciado sobre la petición de declarar ‘Justo entre las naciones a Albert Göring. La carga de dolor y sufrimiento que conlleva su apellido sigue marcado su recuerdo diecisiete años después de su muerte.