miércoles, 21 de octubre de 2015

EL VOTO NO ES UN ARMA, ES UNA CONDENA



EL VOTO NO ES UN ARMA, ES UNA CONDENA 

De nuevo, se acerca otra cita electoral: las elecciones generales. El circo, el markentig del Poder y el esperpento democrático volverán a alcanzar sus cotas más elevadas. El bombardeo de los mitos que tratan de justificar la democracia se intensifica: lxs ciudadanxs pueden volver a participar en los órganos de decisión, podemos cambiar las cosas a través de nuestro voto, la papeleta que elijamos podrá mejorar nuestro futuro... Lo malo de estas afirmaciones es que son falsas. Son grandes mentiras para ocultar la realidad, para construir una burbuja alrededor de la persona. ¿Y cuál es la realidad? Basta mirar a cualquier lado para verla: guerras incesantes por intereses económicos, destrucción continua de los ecosistemas en favor de un desarrollo desenfrenado, heteropatriarcado, racismo y xenofobia, adoctrinamiento a través de las escuelas y los mass-media, sobreproducción, consumismo, trabajo asalariado, horarios, paro, rutina, alienación, depresión, cárceles… En resumen, el capitalismo en todas sus diferentes formas, desde la más atroz y evidente hasta la más moderna y discreta. 

Vamos a ser realistas, nada cambiará nunca a través del voto, porque es la propia Democracia la cual sustenta al capitalismo, la Democracia es en sí mismo el sistema que es necesario eliminar, al igual que cualquier otro que se fundamente en la Autoridad y la explotación. El voto tan sólo es el señuelo. 

Democracia, o el perfeccionamiento del dominio 

La Democracia aparece como un modo de dominación mucho más perfecto que los anteriores: se autojustifica a través del refrendo del “pueblo”. Pero para mantenerse en el poder usando el método de la “legitimidad popular”, se requiere alienar y enajenar completamente a la población. Es ahí donde el capitalismo hace un papel perfecto: convierte en mercancía toda parcela, todo ámbito, todo objeto, todo individuo y lo hace circular para terminar enriqueciendo a la minoría propietaria; nos hace esclavos del dinero y de la necesidad de éste; conquista y expolia territorios y comunidades para aumentar los privilegios de la minoría dominante. La clase trabajadora, falta de recursos, se ve obligada a vender su fuerza física y/o psíquica (su trabajo) a la clase dirigente para poder comprar estos aspectos de la vida cotidiana que le han sido robados. Aparte, los mass-media, supuestos representantes de la opinión pública, guían a la clase trabajadora según los intereses de la clase dirigente, y lxs hacen querer consumir cosas que no necesitan, lxs apaciguan, lxs hacen criminalizar cualquier intento de cambio real del sistema, y lxs hacen delegar. 

Y aquí es donde entra la Democracia. Porque es realmente necesario para el capitalismo que lxs trabajadorxs entreguen su ser, sus capacidades, en el voto. El sufragio universal se erige como elemento legitimador del Sistema impuesto; si el voto representa una decisión libre, ¿quién podría osar cuestionar e incluso atacar esa “decisión” o el Sistema que la alienta y le da sustento? Sin embargo, nosotrxs, en tanto que anarquistas, nos oponemos a cualquier tipo de autoridad, nos enfrentamos a cualquier tipo de Sistema en el que una minoría ostente el poder y por lo tanto lo ejerza contra la mayoría desposeída, combatimos cualquier tipo de organización vertical y jerarquizada de la vida, aunque ésta quiera autojustificarse en un supuesto consenso social o en un refrendo electoral. La dominación y la explotación jamás puede ser justificada y aceptada, nada la puede legitimar. La Democracia, en definitiva, es sencillamente una forma concreta de gestionar el poder; una forma perfeccionada de ejercer la dominación puesto que, como decimos, su justificación explícita ya no se encuentra en la fuerza, el designio divino o la violencia (que también) sino en la aceptación de la mayoría social. 

Por lo tanto, nos oponemos a la democracia, y a cualquier sistema de poder y gobierno, y es por ello que nos negamos a ser partícipes del circo electoral que alimenta la legitimidad del Sistema que sufrimos y padecemos. Entendemos que acudir a votar evidentemente no va a suponer ningún cambio real a mejor en nuestras vidas, y tan sólo se traduce en asumir la lógica de delegación, representatividad y pasividad en la que se nos adoctrina desde que nacemos, y por otro parte, contribuye a la mistificación y legitimación del sistema que nos mantiene en la miseria y la desposesión.

Partidos viejos, partidos nuevos. Misma opresión. 

Las pasadas elecciones municipales y autonómicas se tradujeron finalmente, en algunos ayuntamientos y alcaldías, en un cambio de butacas, ahora ocupadas por aquellxs que se presentan como los regeneradores de la democracia, véase: Podemos, Mareas, diferentes marcas blancas de lo mismo, o directamente el PSOE de siempre aupado por los partidos “nuevos”. Ahora, aquellxs que hicieron carambolas con el marketing político y desplegaron todo un discurso aparentemente renovador e incluso radical o revolucionario, han logrado su ansiado objetivo: ocupar las instituciones de gobierno, dirigirlas y gestionarlas. Como anarquistas, siempre hemos señalado que da igual bajo qué discurso o apariencia estética se revistan el Estado y sus diferentes ramificaciones, puesto que únicamente pueden ser, y siempre han sido y serán, instrumentos e instituciones de dominación, expolio y represión contra la amplia mayoría, desposeída y relegada a la pasividad y al yugo del trabajo asalariado. Podemos, Ahora Madrid, Barcelona en Comú, Cádiz Sí se puede, etcétera…, hoy son estos partidos y quienes los conforman, los nuevos agentes que se suman a la caterva de miserables que se creen con la potestad y la legitimidad de administrar la vida de lxs demás. Es por ello que, al igual que cualquier otro partido político clásico (PP, PSOE, IU…), tan sólo se merecen nuestro rechazo y nuestro desprecio. 

Por otro lado, es necesario señalar la labor que han llevado a cabo estos diferentes partidos políticos nuevos: devolver a gran parte de las personas la confianza en el Sistema, la fe en el Estado como institución neutral, necesaria y beneficiosa, la esperanza en que con unas cuantas reformas podrán solucionarse los problemas y miserias que atraviesan nuestro día a día. Han dado la vuelta de tuerca perfecta: ahora una gran parte de la sociedad se reconoce y se siente identificada con las propias estructuras e instituciones que la someten y la subyugan. Este panorama, el del reforzamiento de la democracia, es decir del Estado y del capitalismo, se va a ver intensificado con las elecciones generales que ya, prácticamente, están a la vuelta de la esquina. Los partidos políticos clásicos apelarán a su propio marketing político, intentando salvaguardar, en la medida de lo posible, sus intereses más concretos y particulares; por otro lado, los partidos nuevos, continuarán desplegando el discurso de la renovación, el cambio y la regeneración, para así lograr ocupar butacas más grandes y pisar moquetas más largas y floridas que las conseguidas en las pasadas elecciones autonómicas y municipales. Sin embargo, y a pesar de todo ello, un punto esencial y vertebrador une a todos y cada uno de los partidos y de lxs politicuchxs que los componen: la defensa del Estado y del capitalismo (aunque quiera presentarse éste con un rostro más humano y amable), la salvaguarda de las instituciones y las estructuras de poder y dominación, en todos sus niveles y escalas (instituciones propiamente de gobierno, fuerzas de seguridad, escuela estatal, cárceles, judicatura, trabajo asalariado, propiedad privada –aunque se le quieran poner a ésta algunos pequeños matices-…). 

Algo comparten todos los partidos en su llamamiento a las urnas y en su propia existencia y razón de ser: la férrea defensa del principio de autoridad y delegacionismo, verdadera raíz de todas las problemáticas que padecemos cotidianamente. Por ello, Podemos, PP, IU, Ciudadanos, PSOE…, tan sólo conforman para nosotrxs, y para toda la clase trabajadora, un enemigo común, enemigo a combatir y destruir y con el que jamás colaborar. No importan las supuestas buenas intenciones, los discursos más o menos trabajados, las diferentes medidas políticas oportunistas; todos ellos defienden y alimentan las estructuras verticales y jerárquicas que por sí mismas generan inevitablemente una separación insalvable entre quienes las ocupan y las gestionan y quienes se encuentran fuera de ellas y de sus privilegios y de su capacidad de poder. No importan los programas electorales; todos comparten un punto esencial: mantener vivas las bases del Sistema que nos condena a una vida de miseria. 


Abstención activa: lucha aquí, ahora y siempre 

¿Y entonces qué hacemos lxs anarquistas cuando se acercan estos tiempos de revuelo político que son las elecciones? Nuestra respuesta es la de todos los días, sea o no periodo electoral: luchar. Es a eso a lo que nos referimos con abstención activa. Nuestra lucha es una lucha diaria, cotidiana, una lucha que está ahí siempre para autocapacitarnos en la destrucción de la autoridad, en la deconstrucción de nosotrxs mismxs para desprendernos de todos los valores de este sistema autoritario. Nuestra lucha es contra todo tipo de Autoridad, aunque se revista con el disfraz del discurso democrático de izquierdas o de derechas. Es una lucha completamente horizontal, autoorganizándonos y apoyándonos mutuamente, evitando estructuras verticales que sólo crean nuevas élites. 

Para el anarquismo, la coherencia es una herramienta esencial y por eso, nuestros medios y herramientas deben ser acordes a nuestros fines emancipatorios, por ello funcionamos a través del consenso, rechazando la representatividad democrática, el delegacionismo y la irresponsabilidad; nuestra lucha es una lucha que implica la acción directa de lxs propixs implicadxs, es decir, la gestión de los asuntos y del día a día sin intermediarixs ni supuestxs profesionales. Es en la confrontación diaria con el sistema que nos oprime, donde ponemos en práctica los valores y principios de ese mundo nuevo que queremos construir. No participaremos en ningún circo electoral. No acudiremos a votar jamás. Cada papeleta electoral está manchada de la sangre de aquellxs que diariamente sufren este sistema, de lxs desposeídxs, de lxs explotadxs, de lxs excluídxs... Como anarquistas, apostamos por la abstención activa: es decir, por no acudir a ningún tipo de cita electoral y por luchar día a día en cada ámbito y parcela de nuestra vida contra contra el Estado, el Capital y contra todo tipo de autoridad, contra todxs aquellxs que quieren gestionar, dirigir, controlar nuestras vidas, avanzando así en la construcción de un mundo nuevo de libertad, igualdad y justicia.

Artículo extraído del órgano de expresión de las Juventudes Libertarias de Madrid, , CONTRAGOLPES, número 6