viernes, 13 de octubre de 2017

Un tercio de especies de insectos, amenazadas o en peligro de extinción a nivel mundial


Cada vez hay menos saltamontes, grillos, abejas y mariposas porque muchas de estas especies, que polinizan el 84% de las plantas que sirven de alimento, están amenazadas. Saltamontes, grillos o luciérnagas... La desaparición de esta fauna es una realidad. Y lo que es peor, junto a estos animales van desapareciendo, además, elementos básicos para el sustento de numerosos ecosistemas de los que dependemos todos los seres vivos.

Lo confirma Juan José Presa, catedrático de Zoología de la Universidad de Murcia y coautor de uno de los muchos informes y estudios recientes que ponen cifras a la disminución de artrópodos.
 
Dicho estudio, de principios de año y surgido de la colaboración entre la Unión Europea y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, destaca que casi un tercio de las especies de ortópteros evaluadas (saltamontes, grillos y chicharras, entre otros) están amenazadas, algunas en peligro de extinción.

Wolfgang Wägele, director del Instituto Leibniz de Biodiversidad Animal (Alemania) habla, junto a otros colegas, en Science del “fenómeno parabrisas”, por el cual los conductores pasan menos tiempo limpiando sus coches de la miríada de insectos que antes morían estrellados contra cualquier punto de la carrocería. Los investigadores citados en el artículo son conscientes del descenso generalizado, a pesar de reconocer, como el resto de la comunidad científica, que es muy difícil establecer datos más precisos del declive de las poblaciones por la variedad de especies, distribución y número de individuos.

En Science se cita el caso de la Sociedad Entomológica de Krefeld, en Alemania, cuyas visitas al campo han constatado que la biomasa de insectos que queda atrapada en sus diferentes métodos de captura ha disminuido un 80% desde 1989.
 
 
En España, aproximadamente tres cuartas partes de las especies de mariposas en Cataluña, y esto puede ser extrapolable al resto del estado español, están en declive y esto es incontestable. Constantin Stefanescu, del Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals y el Museu de Ciències Naturals de Granollers, llega a esta conclusión tras más de dos décadas de trabajos de campo y estudiar junto a otros investigadores a 66 de las 200 especies presentes en Cataluña. La reducción es alarmante y aumenta cada año. Asustan, además, los datos de 2015 y 2016, los más bajos desde 1994.

Otras dos especies que han estado presentes en la infancia de muchas generaciones: las libélulas y los zapateros, estos últimos son hemípteros de largas patas que se deslizan sobre la superficie del agua y que en algunos lugares se les llama aclaradores. Cuando canalizan un río, desecan una charca o tapan una rambla –afirma el investigador– este tipo de insectos, entre otros, desaparecen. Hace diez años, estudiosos del tema ya avisaban de que las libélulas amenazadas de la cuenca mediterránea necesitaban una acción urgente para mejorar su estado.

La transformación y destrucción del hábitat es sistemáticamente señalada en todos los estudios como la principal causa de esta hecatombe que nos afecta muy directamente a las personas. Se pudo ver con el efecto que ocasionan determinados insecticidas (neonicotinoides) sobre las poblaciones de abejas, responsables de la polinización de numerosas plantas, incluidas el 30% de las que nos sirven de alimento. En general, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, alrededor del 84% de los cultivos para el consumo humano necesitan a las abejas o a otros insectos para polinizarlos y aumentar su rendimiento y calidad.
 
 
Las consecuencias sobre las redes tróficas que sustentan todo tipo de ecosistemas, también los agrarios, ganaderos y forestales, pueden ser fatales. Hay que pensar que la fauna invertebrada también actúa como controladora de plagas y alimento esencial del resto de animales. Muchas aves se alimentan de las orugas de las mariposas que precisamente están en declive y numerosas avispas y moscas dependen también de las fases de larva y crisálida de los lepidópteros.

Pero la destrucción del hábitat (urbanismo, agricultura intensiva, turismo…) no actúa sola como elemento distorsionador, también el abandono del campo y el cambio climático contribuyen a abonar este inquietante camino. Los científicos citan, por ejemplo, la alteración de los períodos de sincronía entre la floración de las plantas y la llegada o eclosión de los insectos.

El problema es que el ritmo de protección es mucho más lento que el de declive, por el desconocimiento preciso que se tiene de las poblaciones y por la menor relevancia, aparente, que tienen los insectos. El catálogo nacional de especies amenazadas solo incluye 90 especies de invertebrados, de los cuales 35 son insectos y únicamente 17 (ocho vulnerables y nueve en peligro de extinción) tienen una categoría de amenaza que permite activar planes de recuperación. Se estima en 38.311 el número de especies de insectos en la península ibérica.

El Atlas y libro rojo de los invertebrados amenazados de España propone para la Península Ibérica como vulnerables 69 especies de insectos, 30 en peligro de extinción y tres en peligro crítico.